Los puestos de autoridad tienen cierto atractivo, ejercer el mando, tener liderazgo, ser reconocido en un ámbito o lugar, que se reconozca nuestro esfuerzo en lo que hemos hecho y ser tratados con respeto. McClelland, un profesional en el ámbito de psicología nombró en 1989 a este cúmulo de necesidades “las necesidades de poder”, y Abraham Maslow, en su teoría de la pirámide de las necesidades, en la década de los 40’ ubicó estas necesidades en la cuarta categoría de la pirámide y la llamó “la necesidad de reconocimiento”.
Para muchos esta necesidad es tan importante que se toman la vida entera por satisfacerla, al costo que sea necesario, esforzándose, trabajando duro, preparándose, haciendo las cosas de manera correcta, así como también hay quienes lo hacen siendo déspotas, malvados, implacables, sin importarles el daño que hagan en otros.
Para muchos esta necesidad es tan importante que se toman la vida entera por satisfacerla, al costo que sea necesario, esforzándose, trabajando duro, preparándose, haciendo las cosas de manera correcta, así como también hay quienes lo hacen siendo déspotas, malvados, implacables, sin importarles el daño que hagan en otros.
En nuestra cultura actual, el ser una persona de autoridad, una persona reconocida, es símbolo de una persona que tiene mando, que disfruta de ciertos privilegios que no tienen los demás, significa estar por encima del común, del promedio de las otras personas, adoptar la creencia de que somos personas superiores a los demás, y que de cierta manera, los demás deben reconocer, respetar tal posición, y a su vez rendirle admiración. Pero no podemos juzgar a otros por anhelar ese lugar, puesto que todos alguna vez hemos querido ser el primero, incluso dentro de la misma iglesia.
El Señor Jesucristo entendía esta necesidad y enseñó acerca de ella en cierto día que Jesús estaba subiendo a Jerusalén cuando la madre de dos de sus discípulos (Jacobo y Juan) le pidió que en su Reino por venir, sus hijos se sentaran uno a la derecha y uno a su izquierda (como simbología de estar en puestos de prominencia).
Esta historia la podemos encontrar en Mateo 20:20-28, veamos la respuesta de nuestro maestro:
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. 21 Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. 22 Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. 23 Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre. 24 Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. 25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:20-28 (RVR60)
Jesús respondió claramente a la necesidad de ellos, pero no de la manera en que ellos esperaban. Aquí podemos encontrar dos palabras importantes, la primera es “bautismo” (βαπτίζω, baptízo), en el original, se refería a ser mojado, a zambullirse, sin embargo, para el contexto en el que Jesús lo estaba tomando era el bautismo donde damos testimonio de nuestra identificación con Él en su muerte, sepultura y resurrección. Les estaba diciendo que ellos iban a ser bautizados con ese bautismo, iban a ser partícipes con Él en su muerte y en su resurrección, y que por este bautismo, ellos beberían de la copa de la que Cristo tomó: persecución, burla, críticas, atropellos, agresión, violencia y hasta la misma muerte. Por otro lado, tenemos la segunda palabra clave, que en original es διάκονος, diákonos (servidor) que denota en primer lugar a un siervo, tanto si está efectuando un trabajo servil como si se trata de un asistente que da servicio de buena voluntad.
Entonces Jesús responde a su necesidad, y les dice cómo podrían llegar a ser los primeros, pero no a la manera en cómo lo hacen los demás, sino a la manera de Dios, siendo servidores unos con otros, poniendo a los demás como primeros, disponiéndonos a servir y ayudar a los demás, procurando el bien de los otros por encima del propio.
Así que querido lector, mi invitación para este día (y para tu vida) es que puedas dejar a un lado cualquier propósito egoísta, y puedas disponerte a ser el primero en el Reino de los Cielos, y servir a los demás, en vez de esperar a ser servido, que puedas tener este carácter de Cristo, donde Él siendo Dios, vino a este mundo con forma de hombre, a servir a los demás, y se humilló hasta la muerte, y la muerte de cruz (Filipenses 2:5-8). ¡Dios te bendiga!
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