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Habitables


Person Holding on Door Lever Inside Room
Photo by Pixabay from Pexels
Hay una situación bastante común con las amas de casa que seguramente todos hayamos vivido alguna vez, ya sea como hijos, esposos, o en carne propia (sí, si eres ama de casa te sentirás identificada, no porque sólo las mujeres pasen por ello, sino porque la mayoría de los hombres no suelen preocuparse demasiado de esa clase de detalles), así que, alguien llama y avisa que irá de visita a tu casa, lo primero que comienzas a pensar es en limpiar y ordenar la casa, lo cual puede ser estresante si la visita sucederá muy pronto, si vienen en la hora de la comida ¿qué vamos a preparar? ¿Hay comida suficiente? Y si es alguien de quien nos preocupa que tenga una buena impresión de nosotros. mucho más estrés puede sumarse, por ejemplo: los suegros, los Pastores, nuestros jefes de trabajo, etc.

Logramos limpiar, preparar la comida, los niños se portaron bien, todo parece ser perfecto y la visita se fue con una sonrisa en la cara y, aunque nos queda limpiar y ordenar lo que se ensució durante la visita, nos queda la satisfacción de haber hecho un buen trabajo, sin embargo, si esa visita no fuese a quedarse una tarde, en su lugar deberá quedarse una semana, un mes, o de forma indefinida porque está pasando por cierta situación de necesidad y decidiste ayudar… 

Photo of Woman With Her Fingers On Her Temple
Photo by NastyaSensei from Pexels





¿Cuánto tiempo podrás mantener todo perfecto para que esa persona se sienta bien en casa? 

¿Cuánto tiempo te tomará comenzar a sacar tu verdadero carácter?  
Ese que brota en los tiempos de agotamiento mental y físico, que no es tan agradable como en las tardes de compartir con la visita. ¿Tomarás la decisión de adaptarte a la presencia de esa otra persona o terminará yéndose luego de una discusión porque no eres capaz de dar tu brazo a torcer o de mantener la paz? 



“Ven a habitar, no queremos solo una visita” cantamos los domingos ese coro en la iglesia, a todo pulmón, “ven a disfrutar” le pedimos una y otra vez, pero ¿está nuestro corazón habitable para Él? Estamos actuando con Él como cuando llega una visita a casa, ¿o le estamos dando la confianza de entrar en cada habitación y servirse de todo lo que hay dentro de nosotros?, ¿lo tenemos sentado en la sala esperando que le brindemos atención?  
Si  tanto nos esmeramos en cuidar los detalles de nuestro hogar para otros, cuanto más para recibir y permitir a El Espíritu Santo habitar en nosotros. Presentémonos pues en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios (Rom.12:1) porque templo y morada somos suyos (1era Cor. 12:16) 

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