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Entonces, un día de una manera extraordinaria conocemos a Cristo, Su Preciosa Gracia nos alcanza y poco a poco vamos aprendiendo que Él nos creó con un propósito, que todo lo que hay en nosotros es material en bruto para ese producto final que está en la mente de Dios.
Y nos preguntamos ¿cómo puede llamar Dios “esforzado y valiente” a un hombre que se encontraba escondido? (Jue. 6) o “Padre de multitudes” a un hombre cuya esposa era estéril (Gn. 17:4), la única forma de comprenderlo es sabiendo que Él nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos (2da Ti. 1:9); de tal forma que sin importar lo que hagamos ya Dios ha determinado lo que seremos, nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él (Ef. 1:4).
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A medida que conocemos a Dios en intimidad, nuestros sueños van perdiendo importancia y sólo queremos hacer lo que Él desea, aún si eso no nos resulta tan agradable; esto le sucedió al apóstol Pablo, quien siendo un hombre letrado, con cierta posición social, llegó a exclamar “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8).
Muchas veces dejamos de hacer lo que Dios pide, [que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos (Deut. 10:12-13)] porque pensamos en nuestros deseos, en lo que nos gusta hacer, pero la verdad es que todo cuanto vivimos en la tierra es parte del proceso de perfeccionamiento para la eternidad (Fil. 1:6) así que lo más importante para nosotros debe ser poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque hemos sido muertos (al pecado, al mundo) y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:1-3) como también dijera el apóstol Pablo en Hechos 20:24 “…de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Cristo, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mt. 16:25-26).
De tal manera que es tiempo de evaluar nuestra inversión para la eternidad, si estamos sembrando para salvación o perdición, porque según 1ra de Pedro 4:17-19, el juicio comienza por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo [los que fuimos justificados por la fe (Rom. 5:1)] con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.
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