Siguiendo nuestro estudio de la
carta a los Romanos, vimos en el capítulo anterior (Romanos 1) que el Apóstol
Pablo realiza una explicación y argumentación de la culpabilidad del hombre y
del justo juicio de Dios, y de que el hombre no escapará de este juicio, y la
paga del pecado debe hacerse.
Muchas veces juzgamos y condenamos a
los demás por las cosas que hacen, por los pecados que cometen o los errores en
los que pueden caer, y es interesante observar como hasta llegamos a pensar de
que estamos exentos de ser juzgados por pertenecer a cierta religión, por ser
moralistas, o por intentar sopesar la cantidad de acciones malas con acciones
buenas, en un intento de opacarlas. Déjeme darle un ejemplo.
Imagínese que un juez justo esté
delante de un caso de homicidio, todas las pruebas apuntan a que el sospechoso
es culpable de realizar tal acto, la sentencia que mejor se aplica es cadena
perpetua, o bien, la pena de muerte. Esta persona, se levanta muy arrepentido,
y le implora al juez que lo perdone por el acto que cometió, le pide una
segunda oportunidad, suplica piedad, incluso el sugiere realizar obras
caritativas, servicios sociales, y trabajos obligatorios de 24 horas, sí eso
puede quitarle la sentencia a aplicar, ¿Cree usted que este juez sería justo si
no dicta la sentencia que debe aplicársele a este hombre?
He escuchado infinidad de veces una
frase que creemos que está basada bíblicamente: “Dios ama al pecador, pero odia
al pecado”, como un intento de aliviar nuestra culpa al señalar al pecado como
culpable, pero lo cierto es que nosotros somos los ejecutadores del pecado,
somos quienes llevamos a cabo tales acciones.
Le invito a que esta semana pueda
reflexionar acerca de Romanos 2, por mi parte, yo tomaré ciertos extractos de
este capítulo, veamos lo que dice el Apóstol Pablo al respecto:
1Por
lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que
juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú
que juzgas haces lo mismo… 3¿Y piensas esto, oh hombre, tú que
juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú
escaparás del juicio de Dios? 4¿O menosprecias las riquezas
de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía
al arrepentimiento?
5Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti
mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:… 9tribulación
y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y
también el griego, 10pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo
bueno, al judío primeramente y también al griego; 11porque no hay
acepción de personas para con Dios.
17He
aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en
Dios, 18y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo
mejor, 19y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que
están en tinieblas, 20instructor de los indoctos, maestro de niños,
que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. 21Tú, pues, que enseñas
a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar,
¿hurtas? 22Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú
que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? 23Tú que te jactas
de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
24Porque
como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa
de vosotros. 25Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas
la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu
circuncisión viene a ser incircuncisión… 28Pues no es judío
el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente
en la carne; 29sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual
no viene de los hombres, sino de Dios.
Romanos
2:1, 3-6, 9-11, 17-25, 28-29 (RVR60)
Creo que en el cristianismo se nos olvida parte de nuestra condición como hombres y humanos: somos pecadores, culpables y merecedores del juicio de Dios, salvados sólo por la sangre y sacrificio de Jesucristo, y también liberados de la opresión del pecado, y llamados a cuidar y velar por nuestra identidad, mi invitación es que puedas reflexionar acerca de esto hoy y en la semana. Dios te bendiga.
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